miércoles, 20 de enero de 2010

La pesadilla de Haití

Pocos días antes del dramático terremoto que azotó a Haití la pasada semana vi el documental 'La pesadilla de Darwin', dirigido y guionizado por el tirolés Hubert Sauper. De vez en cuando veo documentales, aunque no tantos como quisiera, quizá porque no me lo propongo lo suficiente. Incluso he tenido ideas para realizar alguno, pero nunca me he atrevido o no he encontrado el apoyo suficiente. Además, el año pasado hice un curso de guión y dirección de este tipo de productos audiovisuales. Y son documentales como 'La pesadilla de Darwin' los que te hacen pensar que nunca seré capaz de realizar algo así.

Mi profesor de aquel curso decía que un documental siempre tiene que lanzar un mensaje para cambiar el mundo y os puedo asegurar desde lo más profundo de mi vergüenza que éste es demoledor. Te dan ganas de cambiar el mundo, te produce una brutal sensación de impotencia y un profundo sentimiento de vergüenza propia por permitir que determinadas cosas sucedan.

Imaginaos un lago, el más grande y tropical del mundo, con una variedad de vida submarina rica y abundante. Pensemos en lago Victoria y en un pueblo de Tanzania olvidado para el mundo, pero no para todos. Ese lago maravilloso existía y, a simple vista, sigue existiendo, pero en sus aguas ya no nadan peces de todos los colores, sino que sólamente uno: la carpa del Nilo, una especie devoradora que ha acabado con los más débiles y se ha hecho con todo el territorio, un pez introducido, por supuesto, por alguien del primer mundo.

Las multinacionales vieron negocio en este pescado y sus posibilidades para venderlo en Japón y Europa. Todo el pueblo vive para la pesca y procesamiento de ese pescado. Cada día llegan aviones procedentes de Europa del Este para recoger cargas de pescado que llevarán al primer mundo. Porque ese alimento no es para los autóctonos, no, ellos sólo lo elaboran y se quedan con las sobras, con lo que no vale, con lo que no alimenta. Como no hay dinero, el negocio de la prostitución ha visto un filón en los pilotos ucranianos y rusos que pasan dos días lejos de sus familias y sus mujeres. Prostitución que es fuente de violaciones, de abusos, de palizas, de enfermedades. Mientras tanto, el cura del pueblo sigue en contra del preservativo porque así lo dice la Iglesia y el Papa. Al Sida lo llaman el virus y cuando alguien coge el virus dura cuatro telediarios. La pobreza y el virus provocan la lucha por la supervivencia, lo que hace que la vida en este pueblo valga menos que nada. Un vigilante de la fábrica de pescado se siente afortunado por tener un trabajo en el que le pagan menos de un dolar al día. ¿Y cómo consiguió su trabajo? Mataron a su antecesor. Se siente seguro porque lleva un arco con flechas envenenadas.

Aparentemente los aviones que vienen vacíos se vuelven cargados de pescado a Europa. Pero la realidad es otra, esos cargueros no vienen sin sustancia. Van repletos de armamentos, unos kalashnikov con los que luego los ciudadanos de África se matan entre sí. Es un plan perfecto para las multinacionales de diverso tipo, los alimentos van camino de Europa mientras la violencia, las guerras y las enfermedades siguen instalados en un tercer mundo que existe para que exista el primero. Es como en 'El origen de las especies', donde los más fuertes se comen a los más débiles. O como la carpa del Nilo.


Al terminar el documental uno siente un profundo sentimiento de culpa. Aunque Sauper se atrevió a contar esta historia directa, cruda, sin voz en off, sin música, hiperreal, los medios de comunicación de masas, que supuestamente se dedican a contar la realidad, no cuentan con este tipo de argumentos. Y esto me lleva directamente al terremoto de Haití.

Estaba yo en momento "injusto que yo haya nacido en un país desarrollado y otros no" cuando una mañana me despertó una amiga con una temprana llamada de teléfono. Estaba tratando de localizar el email del hijo de una amiga suya, ex colaborador de soitu.es. Tanto su amiga como su hijo se encontraban en Haití y se había producido un terremoto. Podéis ver la resolución de la historia aq.

Hasta hace una semanas Haití era uno de esos lugares olvidados, que los más listos situaban cerca de las paradisíacas playas de la República Dominicana. Pero allí la situación era similar a la de Tanzania: violencia, un país prácticamente sin estado, abusos, pobreza, hambruna. Pero esa historia nadie la contaba. Vino el terremoto y se desató el supercaos. 75.000 cadáveres encontrados y una previsión de que hayan fallecido cerca de 200.000 personas. El mundo entero se ha volcado. Es duro que las catástrofes naturales se ceben con los más débiles. Otra vez 'La pesadilla de Darwin'.

De repente, los haitianos son portada de todos los periódicos. Hoy, si eres periodista tienes que estar en Haití. La historia que hay que contar es la de estos desgraciados. Cuantas más fotos mejor, cuanto más amarillas, mejor pagadas serán. Aquí lo cuenta muy bien Javier Pérez de Albéniz. Se puede decir que Haití está de moda. Que hoy hablar de este país vende periódicos. Y todo el mundo se lamenta: "Pobres haitianos, la naturaleza se ceba con los más necesitados". Y entonces queremos lavar nuestras conciencias haciendo donativos via sms, transferencia bancaria o jugando a los granjeros en elmundo.es. Ahora la situación es aún mucho más caótica, hay saqueos, abusos, asesinatos, un país sin ley, que recuerda al 'Ensayo sobre la ceguera de Saramago' . Hoy están de moda, pero dentro de unos meses volverán a caer en el olvido y entonces nadie querrá hacer una donación ni los periodistas desearán tener su base de movimientos en Puerto Príncipe.

Mi yo documentalista se contrapone a mi yo consumista (todo el que vive en un país desarrollado lo es, por poco que sea). Mi yo documentalista quiere poder dejar de ser consumista, una misión casi imposible. Pero si algún día hago un documental, quiero que beba de lo que hizo Sauper. Y quiero que cambie el mundo, pero me da la impresión de que en este caso querer no es poder. A lo mejor esta visión humanitaria me dura a mí también tan solo unas semanas, pero tengo la conciencia removida.

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